sábado, 29 de enero de 2011

Insurrección

Los ochenta fueron algo más que hombreras, laca y movida madrileña, en los estertores de la década el gran Manolo, amplificado por los rítmicos arpegios de Quimi Portet, nos deleitaban con obras maestras como ésta, compuesta según ellos en una sola noche de inspiración.
Pese a quien pese.
Buen fin de semana!!!

viernes, 28 de enero de 2011

Noche

La luz del sol, parafraseando al gran Karnazes, está sobrevalorada.
Es la noche la que invita a sacar lo peor de ti, la que te arrastra a ser lo que realmente eres, sin contemplar lo que fuiste ni lo que habrías llegado a ser, la que me da la medida de las locuras que cometería por ti, y de hasta donde abandonaría mi acomodo.
Es la resaca de los desayunos de ortigas, flanqueada de un leve mareo, y una pizca de amargura  que nos descubre la podredumbre de nuestra humanidad, el cinismo de nuestros actos y la quietud que me regalas, mansa, sobre mis desvelos.
La noche es el beso que nunca te daré, la piel que jamás podré rozar, el vértigo irónico de tu ombligo, salpicado de gotas de candor, la fortuna de acunarte, la fatiga de morir sin tocarte, de pasear descalzo por las espinas de tu impaciencia.
Mi noche mágica eres tú, en el intervalo tedioso que me separa de nuestro lecho, nuestro por fe más que por ciencia, nuestro por saber que sin llanto ni fulgor jamás tendremos recompensa.
La noche de mis días es la fortuna de aspirar el aire que tú exhalaste ayer, el reposo del guerrero, la flecha lanzada sobre mi cerebro, que no puede dejar de imaginarte, oscura, sobre una selva de nenúfares.
Tanto negro soy como blanco dejo, viajando iluso por tus caderas, derritiendo el goce de amasarte con una mímica casi esotérica, la misma que sin dudar te construiría sobre los cimientos del deseo carnal más pueril.
Aquí, acodado por la noche cierro de nuevo los ojos, y me permito viajar al país dónde Alicia estaría relegada al olvido, porque la maravilla, en la noche, serías tú.
Adiós, mi noche te pertenece.

jueves, 27 de enero de 2011

Tus ojos

El problema siguen siendo tus ojos.
Ya sé que está muy visto pero son la verdadera tragedia, hasta que los noto fijos en mi estoy tranquilo, puedo discernir lo que hago y mi cuerpo me pertenece. Cuando llega la noche y te veo aparecer tengo claro lo que eso conlleva, contigo van tus ojos.
Tenebrosos, potentes, esos pequeños bastardos que sacan lo peor de mi, que despegan la médula de mis huesos y me ponen como un lobo enjaulado.
No sé que hacer con ellos, a veces intento no mirarte, pero creo que tienes gravedad propia y acabo rendido en tu regazo, siniestro, perturbador, eres maligna.
He probado incluso a poner cientos de kilómetros entre ellos y yo, pero no sirve de nada, cada día sin contemplarlos es una pérfida y lenta agonía.
Son tus puñeteros ojos.
Ya sé que no está quedando muy romántico, pero hoy no hablamos de romanticismo, hablamos de dragones, de rojos y de arrancarte el vestido a mordiscos, porque me sigues mirando ¿verdad?

lunes, 24 de enero de 2011

Fuego

Te lo he explicado un montón de veces, encender un fuego es bastante complicado. Primero necesitas algo que arda, parece sencillo pero no siempre tienes a mano emociones inflamables, a veces están demasiado húmedas o demasiado abrasadas. La chispa es otro cantar, puedes chocar dos piedras, frotar un palo contra otro, o si eres realmente afortunado, encender el mechero que llevas en el bolsillo y del que prácticamente te habías olvidado. Si consigues esos elementos, y además lo has hecho en un sitio resguardado de vientos pasados seguro que tendrás éxito, esa hoguera podrá calentarte una buena temporada, claro está, acércate bien para notar calor, pero no tanto como para quemarte, otra vez.
Sin embargo lo realmente complicado es mantener el fuego durante años, para ello debes trabajar duro, seguir levantándote cada mañana buscando combustible, cuando no los tengas a mano deberás recorrer largas distancias para conseguirlo, incluso inventarlo juntando dos o más materiales; sí, amigo, mantener viva la llama también requiere imaginación, más de lo que te crees. Puedes dejar que otras personas se calienten en él siempre y cuando su espíritu sea puro, y simplemente busquen calor, no arrebatarte el fuego. Tendrás que tener en cuenta el clima, ser más constante en invierno, y si quieres algo más imprudente en verano. Vigílalo también por el día, a veces la luz directa del sol puede hacer que no distingas la llama que tú mismo creaste.

Y si, después de tener claro que has hecho todo lo posible, finalmente la llama se extingue, guarda las últimas pavesas, cerca el terreno sobre el que ardió y mantenlo libre de rastrojos, puro, como lo dejó el fuego cuando estaba allí.
Cuida tu hoguera como lo haría un hombre de campo con su terreno de labranza, o un artesano con su creación más preciada.

El mundo no es de los pirómanos, eso puedo asegurártelo.

viernes, 21 de enero de 2011

¿Descerebrados?

Vuelve el abuelo cebolleta con “dices tú de mili”
Hace poco recordé una práctica bastante habitual en mi “tierna” infancia que ciertamente pone los pelos de punta. Antes de entrar al colegio, cuando cursaba sexto curso, es decir, con 10 añitos o así, un compañero de clase y yo (J.L.M.H.), de la familia de los “prontoasomas”, es decir, de los que siempre llegábamos un cuarto de hora antes al colegio, nos dedicábamos a una práctica no muy recomendable para nuestra integridad física. En un parque cercano, famoso en Alcobendas, conocido como el parque Cataluña, había una especie de torre de unos siete metros de alto (más o menos como un segundo piso) a la que la gente subía para ver unas bonitas vistas del parque y de la ciudad, pues bien, los dos ingenieros en cuestión no teníamos mejor idea que subir a esta torre por el exterior de la barandilla, agarrados solamente a ella, y caminando por una pequeña cornisa de unos veinte centímetros de ancho, lo cierto es que el agarre era sencillo para críos de nuestra edad, acostumbrados a hacer el mono, pero no es menos cierto que una caída desde la zona más alta hubiera significado, muy probablemente, y aunque suene dramático, un accidente muy serio.
Y otra vez uno vuelve a pensar en el significado de palabras como miedo, peligro o muerte.
Con diez años son palabras absolutamente desconocidas, no sé si conscientemente pero uno cree contar con una especie de escudo, el de la niñez, que puede protegerte de todo, caídas, quemaduras, saltos de escaleras, peleas, imprudencias, y aunque ahora estoy seguro de que no hay ningún escudo lo cierto es que me gusta recordar cuando vivía con esa sensación.
J.L.M.H. y yo pasábamos, casi a diario, una prueba de vida durante unos veinte segundos, justo cuando rodeábamos el tramo más alto de la torre para llegar arriba sanos y salvos, mirar a nuestro alrededor y creernos los Reyes del Mundo.
Bastante impactante es también saber que nadie, ninguna persona mayor, seria, responsable y temerosa de Dios, nos recriminó nunca nuestra locura, ¿eran otros tiempos? suena a tópico pero es verdad.
Hace un par de días volví a pasar por allí esperando a un cliente, y todo está cambiado, hace años que derribaron la atalaya y han hecho unos cambios curiosos, les dejo una imagen que como siempre, vale más que mil palabras.
¡Buen fin de semana!

miércoles, 19 de enero de 2011

Yolanda

Yolanda peinaba su cabello sentada frente al balcón de la torre donde se hallaba prisionera.
Su torre tenía cimientos de pasión, pero las plantas superiores se construyeron de traición, engaño y mentira, formando un aciago cemento.
Desde su posición podía ver el horizonte, que desde hacía algunos años ya no presentaba cambios. Nada florecía en los campos de sus anhelos en primavera, el otoño no tornaba de ocre las hojas de los árboles ya, y el sol de verano tampoco le reconfortaba. El invierno perpetuo de su alma había convertido la tierra que amaba en un páramo desierto, carente de vida, falto incluso de la belleza que inunda el mundo con las primeras nevadas. Ante ella prados marrones, lluvias y neblinas eclipsaban su maltrecho ánimo.
Cuando se apoderaba de ella la nostalgia le gustaba recordar cuando era niña, y soñaba con grandes viajes en globo alrededor del mundo, se veía a sí misma como una mujer emprendedora, capaz de descubrir otros continentes, de explorar hasta el último rincón del ancho mundo. Su realidad era bien diferente, ahora solamente podía explorar las esquinas de su torre, polvorientas y repletas de batallas perdidas. Le costaba mucho escuchar de nuevo la risa de sus hijos, hacía años que se habían marchado, casi olvidó hasta sus nombres, y el calor que le aportaban sus abrazos.
Cabizbaja, cada día, atendía las labores de la torre, que eran cuantiosas, siempre con diligencia y sumisión, en una especie de procesión de sus voluntades hacia la basílica del Santo Silencio, al lado de la catedral de la Desesperación.
Yolanda se perdía así entre el goce de sus miedos, aterrada por el futuro plano que tenía por delante, preguntándose una y otra vez por qué no saltó ya, por qué nunca  tuvo la valentía suficiente para dar un paso más desde su ventana hacia un futuro quizás más doloroso, pero nunca tan decepcionante.

Ahora cuatro son los que lloran frente a su tumba, sigue habiendo pocas risas, y el frío allí es aterrador.

martes, 18 de enero de 2011

Etiquetas

En el país de las etiquetas siempre hay trabajo; el paro no existe, ya que todo el mundo se afana en buscarle un nombre a las cosas.
Cuando dos personas se miran cómplices, pasean juntos y comparten cama se les llama “enamorados”, cuando esto se acaba, se llama “ruptura”.
Hay también un algo intangible, fresco y muy luminoso al que etiquetaron como “esperanza”, y unas barreras oscuras que bautizaron como “miedos”.
Las personas también se etiquetan, cuando tienen mucho dinero y no se miran al espejo antes de salir de casa son “extravagantes”, si hacen lo mismo sin dinero son “horteras”, cuando vienen de fuera son “extranjeros” y éstos, a su vez, se subdividen en varias categorías, todas muy respetuosas: “negros”, “chinos”, “moros”, y una, que no llego a comprender aún; “panchitos”, siempre los confundo con los cacahuetes fritos.
Si alguien no está en los estándares de la línea actual está “gordo” o “anoréxico/a”, y si tienes mucho éxito gracias a tu trabajo te suelen llamar “afortunado”.
Es tanto el tiempo que la gente pasa buscando etiquetar el mundo que muchas veces se olvidan de vivirlo, es como un quiero y no puedo, un intento de catalogar algo que nunca van a poder disfrutar. Es muy corriente que te pregunten sobre “el amor”, “la amistad” o “la dicha”, pero muy raro ver que alguien realmente lo viva.
Yo, en la búsqueda de mis “axiomas”, hace un tiempo que emigré del país de las etiquetas, y me empeño en encontrar otro lenguaje, empeño inútil, tal vez, pero mío. Ya no persigo el nombre de las cosas, creo que no sirve de nada, simplemente intento experimentarlas.
Es, como dirían mis antiguos vecinos, una forma de vida “excéntrica”.

lunes, 17 de enero de 2011

La dos torres

Las dos torres moviéndose al unísono no deberían recordarte siempre a una triquiñuela de chavales. Verás, te lo explico:
A mi me transportan a tardes geniales en las que una caja hacía de reloj, una mesa camilla de tablero en torneo internacional y una habitación interior se convertía en nuestro Linares particular. También me recuerdan los días jugando al fútbol entre árboles hirientes, las partidas de estratego, incluso, si me apuras, algún “me voy Manolo el maleta”, a ver si sabes cómo terminaba. Si hago memoria hasta alguna negociación imposible para tu liberación estival, yo siempre buen político, tú rezando y a la espera, astuto. Me acuerdo también de lo que admiré tu tesón, tu genio y tu ingenio, y de aquel enorme dibujo de la catedral de Florencia que hizo que ganaras un concurso más ¿y cuántos fueron?
En silencio, yo, rey de las maneras, siempre te respetaba, veía encomiable tu tesón y sabía que, aún con una situación personal difícil, llegaría lejos en la vida, no había más que verte probar todas mis cintas en tu ordenador para concluir que serías grande.

Hoy tengo claro que no me equivocaba, tras verte vuelvo a sentir el mismo respeto, la misma afinidad y el mismo cariño que te tuve casi en el instante en que me preguntaste, hace más de 25 años, si jugaba a no sé qué.

No sé por qué nunca he hecho el esfuerzo de vernos más porque sigues siendo uno de mis Top Ten particular, quizás no sea tarde para mi, para nosotros.

Dos torres moviéndose al unísono, como te decía arriba, no siempre tienen que significar engaño o traición, a veces son analogías efímeras; representaciones de dos amigos avanzando juntos hacia el futuro, como en aquellos días de verano.

viernes, 14 de enero de 2011

Enorme, grande, mítico, atractivo, misterioso.
Dale al ukelele Juan que nos vamos!!!!!!!!!

jueves, 13 de enero de 2011

Ojos verdes

Llevaba tanto tiempo buscando alguien para dedicarle “ojos de gata” y resulta que ese alguien lleva aquí toda mi vida, a mi lado.
Yo no creo que necesites ayuda, tú eres la ayuda, en toda la universalidad del término, la fuerza, el coraje, la femineidad, la belleza, el matriarcado, las lágrimas, el afecto, el amor, eres todo eso y bastante más, no obstante y si por algún casual me equivoco y te viene bien un abrazo, por ahí estaré para dártelo, siempre.
Nos cuesta tanto expresar sentimientos hacia los miembros de este extraño clan que formamos que nunca te he dicho que te quiero, que en las podredumbres de mi adolescencia te veía como una especie de Artemisa, y ahora me doy cuenta de que no eres más que una mujer, maravillosa pero solamente una mujer, asustada, temerosa y desafiante ante un futuro que no es para ti del todo incierto, sigo por ahí, tenlo en cuenta.
Cuando pase la tormenta, que pasará, no permitas que toda su furia se lleve tu sonrisa, pequeña, tímida, inconclusa.
Me gustaría poder hacer más cosas, colocarte allí donde creo que te mereces, pero lo único que puedo hacer por ti es escribir estas líneas, a sabiendas que tarde o temprano, un día, las leerás, y esperar que te reconforten un poco, que te den algo de abrigo para el frío que se avecina.
A mi, saber que estás ahí, siempre me ha venido bien, aunque nunca te lo haya dicho.
Ya sabes, estoy por ahí.

miércoles, 12 de enero de 2011

Sueños

Cayendo veo que te sueño, y a tu imagen me agarro, desciendo una pradera verde, seductora, que se desmiga bajo mis pies y continúo bajando. Entre versos de Neruda te sorprendo con poca ropa, casi helada y recorro el candor de tus mejillas mientras me susurras: “no soy yo…” yo sé que sí lo eres, siempre y nunca tú. Estoy cansado y corro para aliviar el dolor de mis pulmones, los mismos que se llenan de tierra para gritar que pares, necesito esperarte mientras agonizo, fraudulento, en un mar de convencimientos plenos. Llevo mil años persiguiéndote, intentando darte caza, eres para mis flechas un jabalí rabioso, la quimera que no logro atrapar, pero no dejo de tirar los dados, quién sabe si entre los fiordos, varada, al fin caerás en mis redes.
Volando sueño que te veo, y el tiempo se diluye entre los escombros de mi prisa, me escondo de ti, no respiro, dejo que mi corazón estalle, mezclado entre las sombras del hombre que hace un siglo fui, no lo entiendo, el cazador cazado, otra vez.

martes, 11 de enero de 2011

Mi ranking

Yo soy de ranking, de toda la vida.
Ahora resulta que Flo me anima a seguir haciéndolos, así que yo, fiel a mi línea, he estado haciendo un ranking con los diez  mejores momentos de mi vida, y me cuesta muchísimo elegir diez solamente, eso puede significar bien que soy afortunado, bien que no soy muy selectivo con dichos instantes; prefiero elegir la primera opción, reconforta más.
Intentadlo, es divertido, ¿cuál elegiríais el primero? no creáis que es cosa fácil, a mi me ha costado más de un mes seleccionar de todos los archivos de mi memoria diez de esos recuerdos, pero lo bueno es que me ha dado bastante que pensar sobre lo que he hecho a lo largo de mi vida y, mejor aún, sobre lo que me queda por hacer.
Voy a hacer otra lista, con las diez experiencias memorables que me gustaría vivir los próximos treinta y cuatro años, y por qué no, voy a esforzarme por hacerlos realidad. Son buenos propósitos para un año que empieza, son buenos propósitos para un supuesto ecuador vital.
Es mi manera de decirme, no te rindas, sigue adelante, los buenos tiempos siempre están por venir.
¿Qué fotografías están en mi ranking? eso, por supuesto, lo guardo bajo siete llaves, son mis descargas favoritas, puedo bajármelas siempre que lo desee y revivirlas en mis sueños en cualquier momento.
No es malo tener algún secretillo que otro.
¿Qué opináis?

lunes, 10 de enero de 2011

Llega tarde

Llega tarde.
Son las seis y veinte, en la estación hay muy poca gente, el día fuera es de perros; oscuro, frío y lluvioso.
La luz es, piensa, demasiado blanca, ese tipo de iluminación de quirófano y de algunas oficinas, demasiado blanca, parece querer radiografiarte por dentro, no deja el más mínimo resquicio a la imaginación. En un cartel indicador se anuncia la llegada de los próximos trenes.
 Una pareja de unos treinta y cinco acaba de llegar y ahora espera, y lo hace mirando el reloj, originalidad en estado puro. A su lado dos chiquillos se besan como si se les acabase la vida, él apoyado contra el cristal de un local vacío por los efectos de la crisis, ella, con los pantalones caídos, la mochila de medio lado y los brazos alrededor de su héroe, quizás mañana su villano.
Llega tarde.
Al fondo aparece un vigilante de seguridad bien afeitado, firme, de esos que no parecen estar sufriendo una lenta agonía con cada hora que pasa, éste incluso saluda amigable a los viajeros que cruzan la barrera. Se abre una puerta lateral y tras ella el taquillero, es muy pequeño, se junta con el vigilante y se acercan a una máquina expendedora de billetes, qué extraño dúo, parecen sacados de una de esas ferias antiguas, en las que los vendedores de crecepelo se mezclaban con las mujeres barbudas, pasen y vean, el punto y la i.
Llega tarde.
La pareja de treinta y cinco por fin deja de esperar, llega otra pareja cortada por el mismo patrón y se dirigen a la taquilla, el vigilante, siempre sonriendo, les indica que usen la máquina expendedora que queda libre, me cae bien ese tipo, definitivamente. Los chiquillos ahora están sentados, hablan de no sé qué, él relajado, ella cuidando sus posturas, sus gestos, sus caricias, sinfonía de seducción. Una mujer pasa como alma que  lleva el diablo, parece que perdiera su juventud más que un simple tren, en su carrera deja caer el paraguas, y por supuesto, nuestro vigilante está al quite para atrapar a la señora antes de que baje las escaleras mecánicas.
Silencio, todos vuelven a sus puestos, el taquillero tras el cristal, los chavales a sus besos, el vigilante a su vigilia, y yo a lo mío, a constatar que de nuevo llega tarde.
Las siete menos diez, está al final de la avenida, corriendo, riendo, lanzando una mirada de “lo siento”, ya conozco ese truco, pero conmigo no le hace falta.
Llega tarde.
Pero llega.

viernes, 7 de enero de 2011

Fe

Navegamos hacia otros mundos, coloreados de rojo, salpicados con tonos violetas, pespunteados de arco iris, ignorando las flechas que nos lanzan, saltando entre los que intentan mordernos, burlándonos de los incrédulos. Te ayudo a vadear el río de tu reticencia, mientras tú cortas jirones de mi pasado, formando con ellos un hermoso cuadro, nuevo. ¿Crees en mí? hazlo, no te arrepentirás, puedo darte más de lo que soñaste que te prometían, pero ojo, el borde del precipicio está muy cerca, y el mismo viento en la cara que hoy te hace sentir libre, mañana podría empujarte hacia el abismo, y mientras cayéramos serían nuestras siluetas las que, brazos en jarras, se estarían tronchando de risa, ahí van otra vez, parece que nunca aprenden. De momento el viento no nos empuja hacia ningún abismo, más bien hace que nos juntemos algo más, desesperados, silbando al pasear, escuchando nuestros propios pasos, rezando porque las horas sean minutos. Yo creo en ti, es un extraño vicio, siempre creo en ti, creo más en ti que tú misma,  aunque no encuentre manera de hacer que lo entiendas, voy a seguir creyendo, porque mi fe en ti mueve montañas. Es una fe valiente, alocada y un poco testaruda, pero fe al fin y al cabo. Es la fe que iza nuestras velas, la que hace virar nuestro rumbo siempre adelante.
Es la fe que solo la piel puede rubricar, el despertar temprano, tu pecho en calma.

miércoles, 5 de enero de 2011

Alicia

Vivimos, como Alicia, en el maravilloso mundo de la queja, es el deporte nacional, superando con creces a la envidia y a la hipocresía, aunque siendo heredera directa de ambas.
No puedo evitarlo pero es una de las pocas cosas que me saca de mis casillas, en el momento en el que estoy atento a mi alrededor la mayoría de argumentos que me llegan son en esta línea; si no es por el clima, es por el gobierno, por supuesto, la crisis, el tema del tabaco, la educación, los jóvenes (toma ya)… esta sociedad está demasiado acostumbrada a tirar balones fuera.
Deberíamos crear una especie de medidor de quejas, es decir, tendríamos que ganarnos el derecho a quejarnos, es sencillo, ¿usted hace todo lo que está en su mano para tener más y mejor trabajo? ¿Aporta algo a su entorno? ¿Es constructivo en su crítica? .Lo curioso es que a los que sí cumplen todos estos preceptos les oigo muy poco quejarse, es evidente, no tienen tiempo, están intentando CRECER, sin embargo en el corrillo de las plañideras siguen estando los que ahora hablan de Zapatero, antes de Aznar, antes de González, y por supuesto entre medias de que hace tanto que no llueve, ahora llueve demasiado, ayer ha entrado el Euro, ahora no nos dejan ni fumar. Basta ya, por Dios!!!

Tendríamos que emprender una cruzada contra la queja, empiezo conmigo mismo, ya que, a través de esta entrada, no hago más que quejarme de los que se quejan, bendita paradoja. Empleemos el veinte por ciento del tiempo que usamos en quejarnos en hacer algo productivo, desde contar un chiste hasta pasar la aspiradora en casa, pasando por ayudar a un amigo en apuros, dejar un poco de sal a esa vecina impresionante o tomar un café con nuestro padre, los que tengamos aún el privilegio de poder hacerlo.

Esta es mi modesta receta contra los males de 2011.

martes, 4 de enero de 2011

Dos de Enero

La misma hora, el mismo vagón, los mismos parroquianos. Año nuevo, será para otros.
La misma mirada perdida reflejada en el cristal de estación en estación, la misma mezcla de olores, cerrado, humedad, sudor, colonia exagerada, el mismo traqueteo que adormece, las mismas cabezadas matutinas.
En procesión avanzando hacia las escaleras mecánicas, borregos, cuatro tramos, uno, dos… acabar los informes pendientes, llamar a los morosos, comprobar el cargo de la visa, tres…, bonito abrigo, ¿cuánto costará? , este mes no puedo permitírmelo, quizás al que viene… y cuatro.
Estoy fuera, dos de Enero, precioso, gris y ruidoso día.
Café cortado, sacarina, el Real Madrid ganó ayer tres cero al levante, se ha prohibido fumar en los bares, claro, ya notaba esto más vacío, joder, qué sueño, ni todo el café del mundo me quitaría la apatía de volver al mismo pozo de siempre, al menos tengo pozo, consuelo del tonto.
La veo al final de la barra, ha estado ahí muchos días, creo recordar, no es especialmente guapa, ni especialmente alta, ni muy atractiva, no parece derrochar felicidad, lo que sí sé es que es otro alma solitaria, nuestras miradas se encuentran, por segundos, y me sonríe.
Acabar los informes pendientes, llamar a los morosos, ¿cómo se llamará?, comprobar el cargo de la visa…. ¿vendrá mañana?