jueves, 26 de mayo de 2011

Desierto

Siempre he creído que si pones rumbo hacia el desierto tu nave terminara encallando. Es bastante lógico, y aún así yo me he empeñado en seguir día tras día. Para avanzar he tenido que parar, escarbar en la arena y empujar el barco yo solo, claro, no avanzaba mucho, pero no he dejado de buscar el mar en el horizonte o el agua en el cielo despejado. La gente con la que me cruzaba en el camino me decía que estaba loco,  y no les faltaba parte de razón. Por supuesto he estado mil veces a punto de tirar la toalla y coger un camello-taxi de los que pasaban regularmente por aquí.

Y un día después de tanto sol llega una finísima lluvia que no sabes interpretar muy bien, y esa lluvia se convierte en chaparrón veraniego, y de ese chaparrón nace una tormenta que, por un instante, genera un pequeño cauce bajo el barco que antes te costaba tanto mover. Manos a la obra, no recuerdo bien como se hacía pero preparo los aparejos, izo velas y me dispongo a seguir este río, al fin y al cabo ¿qué otra opción tengo?

Sólo me gustaría saber dónde desemboca, ¿alguien vende un catalejo?.



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