martes, 11 de septiembre de 2012

Luto


Un aumento y un refugio. Alivio de luto, aceitunas y dos pequeños cascabeles.

Si me soplas me enciendo, vacíame y te lleno de besos, acaricia mi alma aunque pinche, no sangrarás; y cuando deshagas tu trenza a la luz de un pequeño farol y me incendies la bilis piensa que quizás hoy fuimos eternos. Nadie camina ya a mi encuentro y nadie rezará en tu tumba, descuida, vuelve sobre tus pasos y sincérate con ellos, el intercambio te vendrá bien, es como una especie de confesión. Si sudas te lo mereces, si tiemblas es tu condena.

El desenlace, como en los malos culebrones, está cerca, y posiblemente deje a más de uno indiferente: ¿y así acaba?

Sí señora, esto no es una película de la Metro, es el mundo real, en el que cada día mueren bebés con una semana, hay amores no correspondidos  y los médicos dan plazos, no para lo que queda de vida, si no para lo que tienes que esperar a la muerte.

Tango, sostén y marismas, cinceles y despojos cubriéndolo todo.

Contemplo asombrado mis manos. ¿Desde cuándo no soy yo quien las controla?

sábado, 8 de septiembre de 2012

Melocotón


Sentado en el porche de su casa se deleitaba experimentando el frescor del agua en su garganta, quietud y chicharras le acunaban el odio y adormecían ausencias, sol taciturno de noviembre bramando muy sesgado cegaba  el resquicio de sus entendederas.

El batín cruzado a modo de americana le procuraba calor, y su imaginación en torrente una playa donde disfrutarlo. Era todo lo que necesitaba en la vida.

Por un instante esa misma imaginación se tiñó de nostalgia y fue a parar a aquel otoño del que jamás había hablado con nadie, ese otoño que no le volvería a dejar contemplar las hojas caídas en el parque sin un pinchazo en el centro de su ego; “el cazador cazado” podría titularse esa novela.

Aún se estremecía al recordar el roce de su pelo, todavía hoy, más de treinta años después recordaba aquel “ICH LIEBE DICH” en la pared encalada, nadie comprendía por qué se sonreía al comer melocotón o cómo conocía con exactitud todas las fases de la luna.

Pequeñas gotas de condensación caían por el vaso y resbalaban por su mano, devolviéndole a la vida, agujas frías en sus dedos.

El invierno, soñó; el invierno lo cura todo.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Corre


Hay días en los que la hija de puta te oprime y da la sensación de que una mano gigante te estruja de tal forma que no para hasta que consigue que tus lagrimales estallen, sientes una especie de comezón interior que te aprieta contra el asiento del coche, te falta el aire, reniegas de las risas que ves a tu alrededor y darías oro por que todo fuese nada. El final.

En realidad la tengo bastante controlada, consigo que vaya en el sillón de atrás, cada vez que empiezo un libro, cada vez que compro un disco, cada vez que veo reír un niño se aleja temblorosa. Es cierto que yo la he elegido de compañera, yo me he desterrado a setecientos kilómetros de mis afectos más cercanos y he repudiado a mi único amor verdadero, creando un daño irreparable, pero  no es menos cierto que al caminar no noto ya casi nunca su aliento en el cogote.

Tras esos días de los que empecé hablando las noches son mucho peores, sudores, imágenes que no cesan en un frenesí epiléptico y ansiedad a raudales, también hoy mejor sobrellevada.

La única terapia válida es el despertador, el crono, las zapatillas y el fresco del rocío en la mañana y correr, correr, correr…. donde ella, la soledad, nunca pueda alcanzarme.