Batiendo fuerte la vida es posible que espese, y si esperas
a que esto ocurra es bastante más complicado enumerar tus errores. Si lo dejas
pasar, si crees que el viento traerá las respuestas vas apañado, el viento no
suele llevar consigo más que eso, viento, y si se agudiza, hojas, tierra y
algún que otro mal recuerdo. Todas las ventajas de un existir disipado pueden
contarse con los dedos de una mano; a saber: dormir de un tirón, ahorrar un
poco cada mes, no tener nunca la piel de gallina y dejar de sentir ese pequeño corazón que, con permiso, tomo
prestado. ¿De qué sirve, por otro lado, ser poeta, enamorarte del amor o rasgarte
martes y jueves las vestiduras? en ninguna sociedad de las que consideramos
avanzadas y del primer mundo, (sí, ese
primer mundo que se está yendo a tomar por el culo, con perdón) se entiende
ya la enajenación de un beso robado a la princesa de un cuento justo el día en
el que se casaba con el sapo, ni el arrebatado canto de pasión de un lunático a
pleno sol, ni mucho menos el deshielo que producen las yemas de tus dedos en mi
espalda.
Total que, de vuelta al gran Aristóteles, me aposentaré en
el punto medio para que mientras me excite escuchando La Bohème no pierda de vista el mercado de valores en renta
variable.
Por supuesto todo esto justo después de arrastrarte de los
pelos a mi cama.
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