lunes, 8 de noviembre de 2010

Carta desde mi celda

El abismo al que me condena tu perturbadora ausencia se hace más angosto cuantos más días pasan sin noticias de ti, lo que debería ser bálsamo reparador se convierte en filo cortante, el papel de una carta nunca escrita, de las cosas que nunca te dije. Me entretengo fabricando pequeñas quimeras, elucubrando sobre cómo sería una tarde de Abril junto a ti, por fin libres, visualizando estelas en tu pelo, bebiendo de tu recuerdo, regando mis marchitos anhelos, temblando ante ti como cuando teníamos quince años.

Esta celda no me ata, sigo teniéndote porque un día te tuve, y te aseguro que volveré a tenerte; cuento las grietas de los ladrillos esperando que alguna combinación esotérica de números abra la cerradura de mi prisión, bailo al son de las gotas de lluvia imitando nuestro último baile en Madrid, frente a los neones de la Gran Vía, bajo un manto negro de sudor y suciedad, radiantes.

Tengo claras dos cosas, la primera; quiero seguir vivo, me esfuerzo en no provocar conflictos inútiles que pudieran terminar en tragedia, cuido mi envoltorio en la medida de lo posible, camino, me muevo, estiro, no quiero marchitarme, igual alimento mi psique, leo a Descartes, a Platón y a Pérez Reverte, juego a las damas con el de la 608 y espero sin desesperar. Mi segundo compromiso es para cuando salga, volveré a buscarte, ten esto claro, no me va a parar ninguna frontera artificial, ningún matrimonio de conveniencia, sé que tú eres mil veces más tú conmigo, te encontraré.

Y así entre noches y días, entre tardes y amaneceres mi espíritu se fortalece, es un día más de vida, es un metro más que le recortamos al abismo, al abismo al que me condena tu perturbadora ausencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario