viernes, 5 de noviembre de 2010

Bocadillos de foie-gras

Es verdad, no muchas, pero ya peinamos alguna cana, y hoy, de viernes nostálgico pre-mudanza he recordado algunos de los mejores momentos de mi vida, y lo curioso es que en todos ellos no medía más de 1,50…

Las tardes se hacían eternas a principios de verano, el colegio había terminado y el mundo, aunque limitado por las cuatro manzanas contiguas a mi casa, aparecía ante nuestros ojos como un vasto océano por descubrir, recuerdo las rodillas y los codos negros de jugar en la arena a las chapas, las canicas, la peonza y mil juegos más, recuerdo los timbrazos al telefonillo y los rancios…”¿bajas?”, no había formulismos, ni cortesía y mucho menos protocolo, ese ¿bajas? significaba que empezaba la aventura… jugábamos al rescate, al fútbol, a churro va,  al encierro, a carreras de bicis, al despiste, a tulipán,  a bote botero, al escondite; inglés o normal… nunca nos agotábamos. En el intermedio el bocata de foie-gras, de pan con chocolate o de cualquier cosa que aplacaba un hambre voraz, y cuando caía la noche era el turno de algún juego de mesa en el pasadizo, de las cartas, emulando a nuestro mayores o de las historias de terror contadas por Quique, el mejor de los narradores.

Así se pasaba la infancia en un barrio de una pequeña ciudad dormitorio cerca de Madrid, así la recuerdo y la engrandezco, cuando por aquel entonces no éramos ni mínimamente conscientes de lo que se nos venía encima, el mundo de los mayores no me gusta, como a Saint-Exupéry :”las personas adultas me siguen pareciendo bastante extrañas”, y yo sigo sin acostumbrarme a mi condición de “mayor” lo siento, no puedo.

Os dejo un pedacito de mi infancia en vuestros tinteros para que vosotros mismos reflexionéis sobre la felicidad, la que ahora nos cuesta apenas probar y que en aquellos tiempos nos comíamos, cada tarde, a bocados.

“A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: “¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?” Pero en cambio preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?” Solamente con estos detalles creen conocerle.” El principito. (Antoine de Saint-Exupéry)



2 comentarios:

  1. El principito.. mi primer libro, de esos que marcan, y que solo entiendes una vez has crecido y echas de menos ser pequeño...

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  2. Es verdad, es un libro que recomiendan leer en la infancia pero que reúne un compendio tan enorme de filosofía humanista que habría que regalarlo junto con los planes de pensiones...

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