viernes, 19 de noviembre de 2010

Otra vez viernes

Aunque lo habían repetido muchas veces, les seguía invadiendo una sensación de culpabilidad enorme, eran como bailarines que seguían una danza ensayada mil veces, la misma hora, la misma calle, el mismo hotel, la misma habitación en la quinta planta.

Después de la tormenta yacían despojados de virtud, con la cabeza a los pies del adversario, ella le hablaba de su semana, de la indiferencia de su marido, de la frustración por no comprender a su hijo adolescente, le hablaba de dolor y analgésicos, y uñas de plástico, operaciones de estética y colores para las paredes; él por su parte volvía a hablar de trabajo, de la arpía con la que se casó hace más de veinte años, de reuniones interminables, partidos de golf y créditos para financiar su nuevo coche, de cómo le estresaban las dos gemelas y de tabaco negro. Algunas veces volvían al amor, otras fumaban, charlaban y reían, nacían de nuevo. Cada semana la misma rutina, el mismo engaño, ¿cuándo le hablarás de mí? , pronto cariño, pronto se acabarán estos encuentros clandestinos.

Esa tarde ella tenía prisa, se marchó apenas después del primer beso, no se despidieron, tengo una cena, él volverá pronto hoy, nos vemos la semana que viene…sabes que te quiero, y yo.

Mientras se duchaba pensaba en su vida, ya no era ningún chaval, todos los sueños de los veinte años se habían esfumado, se escurrían por el desagüe de la ilusión como el jabón que limpiaba el olor del engaño en el que vivía, pocas aspiraciones, algunos momentos de alegría, menos satisfacciones, en realidad tenía la sensación de estar viviendo una vida de segunda división, de la que nunca escapaba, excepto en estos momentos con ella, estas escasas dos horas semanales que le devolvían a la juventud, en las que florecía su hambre de mundo, de derribar muros y seguir venciendo enemigos. Tendría que tomar una decisión, se le escapaba el tiempo.

Así pasó la siguiente semana, de por medio llantos programados, gritos, frustración y charlas de abogados, no quería nada material, solamente intentaba recuperar su alma. Otra vez viernes, y esperando en la recepción del mismo hotel el corazón se le desbocaba como el de un chiquillo, por primera vez era libre, tenía una segunda oportunidad para un primer amor, no podía dejar de tamborilear con los dedos en la cómoda de la misma habitación de la quinta planta, una copa del minibar, eso serviría…una hora de espera, preocupación, dos horas, nervios, desazón, nunca había faltado, nunca se había retrasado siquiera media hora, éste era su tiempo, el de los dos, era su prioridad número uno, no había forma de localizarle, nunca se habían dado los teléfonos, escasamente conocían sus nombres y su pasado reciente, nunca les pareció importante cifrar sus sentimientos, el compromiso que tenían les resultaba inalterable, insustituible…

Tres horas más tarde abandonaba el hotel sin esperanza, no había noticias de ella, no encontraba por dónde empezar a buscar, el vacío del no saber apretaba sus pulmones dejándole sin aire, angustiado. Su vida se apagaba, su esperanza se esfumaba. A su cabeza acudían muchos finales, algunos dramáticos, todos tristes, no estaba, y no había más que hablar.

Ahora, sentado en el jardín de la residencia en la que espera terminar su días, recibiendo las visitas de las gemelas, sus maridos y sus nietos durante los eventos importantes, se siente feliz, durante mucho tiempo la estuvo esperando, más de un año estuvo yendo semana tras semana al hotel, esperando ver su imagen… no consigue ya recordar su piel, su sabor ni el número de su habitación, hasta la memoria cansada no llegan ya más que pequeños momentos, alguna sombra de caricia, o su olor a vainilla. Retomó su anterior vida de segunda división y la exprimió como si muriese cada día, amó a su mujer como nunca había amado, escuchó a sus hijas, aconsejó a sus nietos, y hoy puede estar satisfecho, casi ha conseguido volver a dormir tranquilo, si no fuera por esa extraña anciana que le vigila todos los viernes desde la otra punta del jardín, silueta frágil, mirada ausente, y que parece llevar esperando a alguien toda una vida.

1 comentario:

  1. Los sueños y los recuerdos tienen la misma naturaleza. Quizá fué un sueño

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