martes, 5 de abril de 2011

Viridiana

Cuarenta ventanas cerradas, el ruido de una fresa trapecista, fruta de ámbar descolorida, bajeza y dolor. No te escapes hoy, espera un poco, ¿no ves que duele?
Si no te lo dijese jamás lo escucharías, si no te buscara difícilmente te perdería, aunque a veces creo que sería mejor dar la espalda a todo; sin embargo volveré a hacerlo, no hace falta que me repitas que me repito. No es distinto de los días azules, cuando cantaba y me escuchabas, no es tan distinto, quizás un poco menos azul.
Trece escalones, una maleta roja, luces desoladas.
Consideraciones imperturbables, corazón descarriado en trémulas sinergias, valientes suicidas aferrados a recuerdos olvidados, gatos de sangre canela, mariposas de papel.
¿Estamos locos?
Un pequeño trineo deslizándose por dunas de sal, frenando la respiración de mis venas, sangrando como el muro de Berlín tras el holocausto, silbo tu nombre, ¿eras tú?
Cuchillas afiladas cortando un ojo de miel, dos señoras de luto, bonita palabra, rasgándose las medias, negras por supuesto.
Ya sé que no tiene mucho sentido, pero ¿qué lo tiene?


No hay comentarios:

Publicar un comentario