martes, 14 de diciembre de 2010

Una proposición indecente (bueno, no tanto)

Te propongo algo, entrégame un día. Con uno me basta.

Nuestro despertar será como un nacimiento, algo increíble, compartiremos ducha y desayunaremos secándonos en la cama, ligero, no muy pesado, yogur y fruta, a lo mejor un zumo para rematar, y entonces saldremos a la calle; te cogeré de la mano y no tendremos que temer nada, pararemos a escuchar a “Pardao” con su vieja guitarra cantar historias y viejas baladas, en esa tienda tan chula de la Gran vía te compraré unos pendientes, y mientras tomamos un café en el mercado de San Miguel te susurraré que me encantaría arrastrarte de nuevo a la cama, tu reirás, y sentiré que estar vivo, hoy, es el mayor privilegio que alguien puede tener, y además estar a tu lado, una auténtica maravilla... de pinchos por Donosti acompañados por un chacolí prodigioso tararearemos las melodías de las antiguas series de dibujos, Marco, Heidi, Mazinger, y añoraremos tiempos pasados, donde el sabor de tu piel aún no me corrompía. En Granada, a la luz de dos candiles, disfrutaremos de un solomillo y un vinito que nos hará zozobrar, tú caerás en mis brazos y dormiremos la siesta a la sombra de una palmera, varados en una playa desierta, donde nunca podríamos haber echado anclas. Por la tarde daremos un paseíto de esos que te gustan hasta la casa del terror, nos mofaremos de Drácula, Frankenstein e incluso del de la matanza de Texas, que nunca me acuerdo como se llama, al salir nos estará esperando el chofer, y en un coche de época con los cristales tintados para que nadie vea la fila de los mancos nos llevará hasta un pequeño restaurante a las orillas del Sena... sí, ya sé que no te gustan mucho los franceses, pero qué le vamos a hacer, tienen París. Mientras disfrutamos de un plato con el título más largo que un día sin pan haremos quinielas sobre cómo llamaremos a nuestro cuarto hijo, los otros tres ya estarán adjudicados, y bajo las luces del Sacre Coeur te daré las GRACIAS por regalarme un algo tan tuyo, como tu tiempo, el don más preciado de una persona. No habrá llantos en la despedida, sabíamos que acabaría así, tú y yo desnudos de nuevo, sin distinguir brazos de piernas, muy despacio, cómo si el mundo se acabara justo... al final de este día.

1 comentario:

  1. Y cuando llegue mañana, que llegará, se quedará un vacio en tu cama y en mi alma que ya nada podrá llenar

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