lunes, 7 de marzo de 2011

Mi lucha

De pie, juntos, a unos centímetros de las barricadas me llegaba el olor a sudor de los grises y su cara de odio, algún chaval algo más joven reflejaba algo más, miedo.
Y tú a dos palmos me sonreías, con tu gabardina marrón y gorra medio calada, el pelo recogido, valiente. No me acuerdo de qué iba la protesta, qué era los que nos movilizaba de nuevo, tras varios altercados de ese tipo, pero sí me acuerdo de mi lucha.
Yo luchaba contra tu presencia, contra ese compartir velado de absurdas convicciones, contra tu mirada arrullada por las farolas de la facultad en ese extraño noviembre. Luchaba contra tus camaradas abrazos, contra el rubor en tus mejillas al verme proclamar libertad en público, contra tu indiferencia al acabar el curso, contra las vacaciones que nos separarían, tú a Reus, yo a no se qué oscuro calabozo.
Y mientras luchaba contra ti te escribía las cartas desde mi celda, sabiendo cómo terminaría todo, tú en brazos de algún niño de papa amigo de la familia veraneando en Sitges con varios críos a los que pondrías nombres evocadores: “Pablo, Ernesto, Simone…”, y yo anclado en un tiempo pasado del que no lograría escapar, adelantado de nuevo por los acontecimientos, mausoleo de progre requemado.
Pero aunque conocía el final, tú me seguías sonriendo, y eso era todo lo que necesitaba.
Pañuelo a la boca, puños apretados y de nuevo a la carga: “¡Fascistas!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario