jueves, 27 de enero de 2011

Tus ojos

El problema siguen siendo tus ojos.
Ya sé que está muy visto pero son la verdadera tragedia, hasta que los noto fijos en mi estoy tranquilo, puedo discernir lo que hago y mi cuerpo me pertenece. Cuando llega la noche y te veo aparecer tengo claro lo que eso conlleva, contigo van tus ojos.
Tenebrosos, potentes, esos pequeños bastardos que sacan lo peor de mi, que despegan la médula de mis huesos y me ponen como un lobo enjaulado.
No sé que hacer con ellos, a veces intento no mirarte, pero creo que tienes gravedad propia y acabo rendido en tu regazo, siniestro, perturbador, eres maligna.
He probado incluso a poner cientos de kilómetros entre ellos y yo, pero no sirve de nada, cada día sin contemplarlos es una pérfida y lenta agonía.
Son tus puñeteros ojos.
Ya sé que no está quedando muy romántico, pero hoy no hablamos de romanticismo, hablamos de dragones, de rojos y de arrancarte el vestido a mordiscos, porque me sigues mirando ¿verdad?

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