miércoles, 19 de enero de 2011

Yolanda

Yolanda peinaba su cabello sentada frente al balcón de la torre donde se hallaba prisionera.
Su torre tenía cimientos de pasión, pero las plantas superiores se construyeron de traición, engaño y mentira, formando un aciago cemento.
Desde su posición podía ver el horizonte, que desde hacía algunos años ya no presentaba cambios. Nada florecía en los campos de sus anhelos en primavera, el otoño no tornaba de ocre las hojas de los árboles ya, y el sol de verano tampoco le reconfortaba. El invierno perpetuo de su alma había convertido la tierra que amaba en un páramo desierto, carente de vida, falto incluso de la belleza que inunda el mundo con las primeras nevadas. Ante ella prados marrones, lluvias y neblinas eclipsaban su maltrecho ánimo.
Cuando se apoderaba de ella la nostalgia le gustaba recordar cuando era niña, y soñaba con grandes viajes en globo alrededor del mundo, se veía a sí misma como una mujer emprendedora, capaz de descubrir otros continentes, de explorar hasta el último rincón del ancho mundo. Su realidad era bien diferente, ahora solamente podía explorar las esquinas de su torre, polvorientas y repletas de batallas perdidas. Le costaba mucho escuchar de nuevo la risa de sus hijos, hacía años que se habían marchado, casi olvidó hasta sus nombres, y el calor que le aportaban sus abrazos.
Cabizbaja, cada día, atendía las labores de la torre, que eran cuantiosas, siempre con diligencia y sumisión, en una especie de procesión de sus voluntades hacia la basílica del Santo Silencio, al lado de la catedral de la Desesperación.
Yolanda se perdía así entre el goce de sus miedos, aterrada por el futuro plano que tenía por delante, preguntándose una y otra vez por qué no saltó ya, por qué nunca  tuvo la valentía suficiente para dar un paso más desde su ventana hacia un futuro quizás más doloroso, pero nunca tan decepcionante.

Ahora cuatro son los que lloran frente a su tumba, sigue habiendo pocas risas, y el frío allí es aterrador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario