miércoles, 23 de febrero de 2011

Esperanza

Cuando Pandora, en un descuido abrió su caja, salieron de ella todas las desgracias que los hombres conocemos, a saber: la muerte, la desolación, la peste, el engaño, etc. Pero cuando se dio cuenta de su error intentó cerrarla, y consiguió dejar dentro algo que habría que conservar por siempre, la esperanza.
Algunos de nosotros, entre los que me cuento, nos empeñamos en abrir de nuevo las pequeñas cajitas de Pandora y en acabar con nuestra más preciada inversión de futuro, es decir, la esperanza, dejando de lado a todos los que un día nos quisieron y nos dieron su apoyo. La verdad es que así se hace bastante complicado seguir adelante, pero no podemos buscar ningún culpable. Vacías pues las expectativas posibles y los proyectos a largo plazo hay que aferrarse a la verdad que nos dejó Rambo en su segunda entrega, el día a día; y en este día a día no hay generadores más puros de energía y de esperanzas que ellos, los de siempre, los niños.
Ayer mismo, inmerso en una de estas microcrisis de las que les hablo, enfrente de la oficina, pasaba un cliente al que vemos prácticamente todas las mañanas con dos de sus tres nietos; este señor, como tantos otros abuelos se encarga de llevar a los niños al colegio y así me les encontré a los tres, caminando despacio, como en una pequeña procesión. Uno de ellos, que tendrá unos siete años, iba con la cara bastante seria, enfadado por vete a saber qué desplante matutino. Pues bien al llegar a mi altura el chiquillo, harto ya de aguantar su pena en silencio se volvió muy digno hacia su abuelo y le dijo tajante:

-         Abuelo, estás despedido-

Tres minutos y bastantes risas después (el abuelo le pidió dos veces su correspondiente indemnización) siguieron adelante con el ánimo bastante cambiado, ahora el abuelo volvía a ser cómplice y compañero de sus travesuras.

Y el que les escribe se quedó allí, pensando en la ingenuidad, en mares por descubrir, en lo absurdo de nuestras quejas y en lo mucho que puede cambiarte la vida, o al menos el día, algo tan sencillo como la sonrisa de un niño.


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